Para Blanca E. Vazquez, mi entrañable compañera de charlas infinitas.
ALETARGAMIENTO: La entrada es un poco hostil, me asalta la idea de una noche estampar en esos picos metálicos un cuerpo cualquiera, el rojo intenso y lúgubre con el verde claro de los barrotes de la fortaleza me excitan.
El camino se bifurca, vida aparente por doquier, algunos sonríen al verme, otros murmuran inentendiblemente, he conocido a un maniaco depresivo. Me ha confesado su repudio por el hastío, la estabilidad, la humillación de servir… ¿Para qué, a quién protejo permitiendo a mis hijos arquear el cuerpo cual bailarines de ballet clásico? Este es el precio que debo pagar pero, ¿Por qué, sólo para brindar un poco de estética a este cementerio?... La enredadera gime, le susurro mi agradecimiento, el dolor suyo es ahora mío… Preferiría arrancarle de raíz.
Los hay de todos tamaños, texturas, olores, lenguajes, ritmos, pensamientos, recuerdos. He preparado una ensalada para convidarles, es el mejor banquete de nuestras vidas, dicen. Con frecuencia he oído decir que lo orgánico les beneficia, así qué, del refractario surtido sólo he probado un ejote. Ha sido la comida más satisfactoria que jamás volveré a tener, y los comensales por supuesto, más genuinos y transparentes.
LA DESPEDIDA: El dolor inacabable entorpece el alejamiento, he prometido volver domingo a domingo. Están muy lastimados, se han encontrado con la basura menos honorable. Mi compromiso, sin embargo, no es tal. Quizá determine mudarme con ellos o arrancarme de raíz también.
miércoles, 12 de mayo de 2010
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